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LA SOMBRA
Por Jesús Cerda López
Hace poco tiempo, en este proceso de revisarme al que intento habituarme, obtuve claridad sobre el poder de la sombra que aborda Carl Jung y vi, que mucha de mi intolerancia por ciertas cosas, salía más de mí, que de la persona que en ese momento era espejo.
La idea siguió rondándome y estudié un poco más acerca de la simpatía (ese sentimiento de afecto que algunos provocan en los demás, por su forma de Ser y de fluir) y de la empatía (esa participación afectiva de una persona en una realidad ajena a ella, generalmente en sus sentimientos) y sigo meditando en toda esta corriente de pensamiento global de intenta decirnos que las cosas carecen de sentido hasta que se lo damos e incluso de que no existen hasta que las re-conocemos.
La propuesta nos dice que enviamos a la sombra lo que no nos gusta de nosotros mismos y que al percibirlo en otros nos hace rechazarlo -muchas veces de manera inconsciente-, porque exhibe lo que escondemos de otros pero que sigue dentro, en cada uno.
Pero… si desconocemos (u ocultamos) lo que no nos gusta, también sucede con algunas cosas que nos agradan y que por problemas educativos o culturales, nos resistimos a aceptar. Le pedí a varias personas me mencionaran lo que consideraban tres de sus defectos y lo hicieron rápidamente: Soy flojo, soy impuntual, soy rencoroso, soy olvidadizo, duermo demasiado, no sigo mi dieta, no trato bien a los demás, etc., etc. A esas mismas personas les pregunté por tres de sus virtudes, todos -menos uno-
titubearon, apenas me dijeron: Soy responsable, o, soy buen amigo, sin precisar lo que eso significaba. Hubo un caso que me sorprendió, porque al preguntar por sus defectos, me dijo que no entendía la pregunta. Le insistí en que me dijera tres cosas que no le gustaban de él mismo, qué cambiaría si pudiera… No, -respondió-, me gusta mucho como soy, no cambiaría nada. Insistí en que me contase de algo, que, aunque le agradara de sí mismo, quisiera mejorar. Nada, como soy estoy bien en todos los aspectos –respondió-. Intenté otros caminos recorridos hasta terminar en el clásico: Y si estas conforme con todo, ¿qué haces aquí?, ¿en qué crees que puedo ayudarte?
-Estoy aquí porque me han pedido que venga a verte, pero en realidad no creo necesitarlo, si llegara a pasar no dudaría en volver-.
Nos despedimos y dejamos el asunto al tiempo. En ese momento lo juzgué de todo: antipático, engreído, sobrevaluado. Luego le busqué problemas, debía tenerlos –pensé- y encontré situaciones que sin duda serían dificultades o por lo menos deberían hacerlo más humilde, solo que él no lo veía como yo, por lo tanto, no existían.
Seguro has revisado algunas cosas que te gustaría cambiar de tu forma de Ser, pero, ¿conoces las que si te agradan? Por qué no complementar tus propósitos de año nuevo con esta visión -para variar un poco- más positiva y tal vez mas enfocada en la felicidad que en su ausencia.